sábado, 11 de enero de 2014

Bohemio


Por supuesto, la atmósfera estaba viciada por el humo de los cigarrillos de Sven, Andrés yacía con la cabeza tirada sobre la mesa, dormido, roncando y empañando con su vaho los lentes que me había acabado de quitar... El bar cerraba, solo quedábamos nosotros, tres perfectos desconocidos con una cosa en común, eramos unos perros sin amo pudriéndonos en la quietud de la noche serpenteante, la lluvia afuera inclemente le recordaba a los vagabundos su triste suerte, desde la puerta, entre las lágrimas que me corrían vi a uno de ellos, abrazaba a su perro para darse calor mutuamente. Afortunado miserable, en la inmundicia tenía más amor que este pobre imbécil en el confortable calor del bar... Yo seguía sintiendo el perfume de ella en los labios, en las manos, en la mente y en los cabellos rotos de mis sueños estirados, de la vez que la desposé en medio de nubes de algodón... Sven me pasó su cigarrillo - ¿Una calada compadre? - dijo - Oh no, mi estimado Sven... ha sido suficiente de toda esta mierda para mí. Gracias - Dije tomando mi sombrero, levanté mi tambaleante trasero de la silla y me heché el abrigo sobre los hombros, aún salpicado por el vómito de Andrés... Salí del bar y caminé en la noche, en la lluvia, en las calles empedradas con las piedras de mis zapatos... Con la incomodidad del fracaso... Esa noche me perdí para jamás aparecer...

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