El flautista en un arrebato de ego y alarde, empuñó su sonora caña y sopló alegres armonías que se mezclaban con el aire tibio de una húmeda-calurosa tarde del mes de Julio, mientras tanto, el dinosaurio lo observaba atentamente, como si la melodía lo hubiese sumido en un trance dinosauresco y le provocaba una apacible postura de sorpresa y estupefacción... Cuando terminó el artista su pieza de flauta, el dinosaurio hizo una sutil venia honorífica batiendo su reptiliana cresta coronada de púas verdes brillantes y siguió su camino en búsqueda de su mundo jurásico perdido en las ramas del árbol del tiempo...
0 comentarios:
Publicar un comentario