Con la rauda premura de los riachuelos que descienden de las
montañas, se precipita, incontenible, la arena del reloj universal. Anuncia,
intrépida, la intrincada relación que tiene nuestra masa y nuestro espacio con
esa otra hilaza que entreteje esa sustancia viscosa a la que llamamos realidad.
El tiempo, incomprensible, viaja en un canal sobre una góndola dirigida por la
parca, al son de un piano melancólico que canta la canción del juicio final.
La vieja vida está en la rueca y teje la realidad, o más
bien, una de tantas realidades que entrelaza para matar el aburrimiento en los
confines de las nebulosas. Mientras lo hace, cada puntada, cada giro, cada
revés, constituye la metamorfosis que sufren los mortales mientras la danza
eterna transcurre.
El cabello me ha nacido otra vez. Mi cara nuevamente se
puebla con timidez por esa pelusilla hilarante que se supone, es mi barba. No
ha transcurrido mucho y sin embargo, han sido siglos para mí, desde que ni esas
dos motas patéticas crecían en mi mentón. ¿Habré cambiado quizá?. En “todo”
este tiempo, ¿habrá sufrido alguna transformación ese ente caminante al que los
demás llaman Yo.
La pregunta, surge en medio de la tiniebla trunca de mi
cuarto, una tarde de sábado en absorta soledad. Soledad tétrica y helada que me
recorre las manos y que solo se ve cortada por las teclas y el tibio tacto de
la máquina donde escribo. No hay más. La guitarra sobre la cama, el piso
manchado por las lágrimas de la pasión desbordada, las manos tiesas de
infructuoso afecto. ¿Habré cambiado?, ¿Habré cambiado quizá?.
Los seres evolucionan con el tiempo. Darwin lo dijo. Esa
selección natural lenta y consistente, sabia y como buena sabia, paciente, ¿tendrá
una versión diferencial más rauda y palpable para la cortísima existencia de un
ser tan limitado y efímero?. Me lo pregunto, simulando mirar a un espejo,
mirando la pelusa en mi cara, el cabello tostado, los brazos quemados y las
manos vacías. ¿Habré cambiado quizá?.
Soy ahora algo. Alguien. ¿Diferente?. Pienso en ella. En los
dobleces que ha hecho a su página, en las nuevas formas que adopta, en las
maromas nuevas que ha aprendido a hacer, y yo ¿habré cambiado quizá?. ¿Habré
cambiado? O solo sigo siendo la empaquetadura de un puñado de sensaciones y
sentimientos cautivos. ¿Seré diferente?, o mi intento por zambullirme en la
crisálida se ha desvanecido con los vientos de junio, y mis alas en formación
se han expuesto al sol quemante y he muerto como la oruga muere al no lograr
culminar su metamorfosis.
Qué significado a través de las eras tiene. Tengo. Qué hay
detrás del espejo cuando lo miro y pregunto: ¿Habré cambiado Quizá?.
Julio 21 de 2014
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