miércoles, 25 de diciembre de 2013

Soliloquio Navideño

Un verdadero soliloquio.

Es navidad, se supone, hace un día hermoso, el sol brilla, el cielo está azul y la magnificencia de un dios benevolente se derrama a cántaros sobre los niños que disfrutan en la calle de sus  bicicletas, patines y muñecos nuevos, confeccionados y construidos con plásticos destilados del petroleo sangriento y confeccionados por manos esclavas en países tercermundistas. En navidad y esta todo feliz y bello, es navidad y todo marcha bien...

No obstante, anoche, mientras abordaba mi cama temprano, como ya vengo haciéndolo frecuentemente en las últimas nochebuenas, hacía un breve análisis de mi sensación de vacío profundo y dolor. Algo así como una soledad maravillosamente escalofriante, que me abordaba hasta las fibras más profundas de mi ser. No me puedo quejar, era noche buena, un día más en un año que muere, y mi familia estaba completa en casa escuchando música, asando carne y departiendo, todo estaba feliz.

Mi sensación provenía de varios puntos en el cielo nublado de un 24 de diciembre sin pena ni gloria. La magia de los regalos desapareció hace algunos años, cuando mi último par de medias y calzoncillos apareció mágicamente bajo mi almohada junto a un billete de 10.000 pesos finamente doblado con una carta escrita por el puño y letra del mismísimo niño Dios... Ahora soy mayor, ahora me toca a mi poner la magia, no disfrutarla. Hoy soy un estudiante y trabajador, productor de fuerza de trabajo de la sociedad que genera riqueza a costa de su fuerza y capacidad mental, con el fin de generarla por el tiempo suficiente para poder disfrutar de sus frutos en la última temporada del año, especialmente, en esas fechas como el 24 de diciembre donde todo es júbilo. Soy adulto, por lo menos, legalmente... Y debo estar feliz.

Otra de las fuentes de mi desazón es mi muy activa vida de fantasías amorosas. Gracioso, pero siempre he soñado con pasar nochebuena con una mujer que me quiera tanto como yo a ella, es muy peculiar, pero, incluso con la venida de la pubertad y las oleadas de hormonas, esa mujer y ese sueño ahora incluyen un lujurioso plan navideño con algún tipo de fetiche morboso de tener una noche sexual un 24 de diciembre... Escaparse, huir de la fiesta familiar, devorarse hasta el espíritu y luego regresar sonrientes y solapados... Si, anoche ardía en mi soledad de ansias de volver realidad ese deseo navideño, ese regalo de navidad que le pedí a mi niño dios personal...

Mi conclusión, es que jamás se encuentra satisfacción plena, ni siquiera cuando se tiene el estomago lleno y el corazón lleno de amor familiar, seguridad y paz navideña. Somos unos putos depredadores de sueños, y nos escudamos en la puta idea de la felicidad para alimentar el ego y el hambre despiadada que es la verdadera maldición de ser humanos...

Anoche me acosté ala media noche, sabiendo que el niño dios, no me pondría en un cuarto de hotel de sábanas blancas con esa mujer a la que malditamente como condenado en el infierno, llevo deseando desde que mis testículos produjeron la primera gota de testosterona... Anoche fue navidad... Ahí, de la puerta de mi cuarto para afuera...

¡Feliz navidad!

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