sábado, 19 de julio de 2014

Cuarto Menguante


Preferiría no encender la luz. Esta noche estoy en penumbras y vestido con los hilos helados del aliento fantasmal de los ensueños. Estoy envuelto en un plástico asfixiante. Soy un maniquí parado en la estantería, esperando por el momento en que pueda ver la luz. Tu luz.

Mientras la temperatura de mi cuerpo sigue descendiendo, con una mirada acuosa y diluida, acaricio el terciopelo de la almohada, buscando con ceguera alguna sensación parecida a la de tu piel en mi mundo moribundo. Me deshago como barco de papel en las densas aguas de un océano de libido. Muero con lentitud frenética, con desquicio vomitivo. Me ahogo en mis propios besos a bocanadas, me acuchillan mis propios dedos en los costados, me arranco los cabellos putrefactos de la piel. El proceso casi está completo, y el cadáver de mi pasión se va convirtiendo en la momia testigo del cenit de mi feliz lujuria.

Ahora, me encuentro girando una vez más en esta nave sin control. La luna proyecta una frívola luz sobre el espacio, mientras mi corazón sigue aquí, en este cuarto, menguante.


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