viernes, 25 de marzo de 2022

Enfrentando la Masculinidad Cultural

 En un comentario suelto por ahí, en un video de Youtube, escribí lo siguiente (sic):


Somos víctimas del machismo de hecho. El canon de comportamiento y relacionamiento siempre nos mete en la cabeza la idea de que tenemos que ser sementales y que con la "presión" adecuada podemos obtener lo que queremos. Enfrentar la realidad puede ser un duro golpe y nos hace sentir rotos, insuficientes y sobre todo no-hombres. Desafortunadamente en este caso hay un ejercicio de machismo muy fuerte de parte de muchas mujeres que asumen que "los hombres siempre tienen ganas" y que "si eyacula, está satisfecho", minimizando la realidad de que la conducta sexual es completamente exclusiva para cada persona más allá de su género y que la verdadera satisfacción no está atada exclusivamente al coito y el orgasmo. Muchas veces pasamos largo tiempo ocultando la realidad de nuestra insatisfacción por muchas razones justificables e injustificables: como por ejemplo el temor a quedarnos solos después de haber luchado demasiado por conquistar una mujer, el temor a ser juzgados por nuestras parafilias o peor la idea de que el propio deseo y fantasía son insignificantes... Todo eso hace mella y se va acumulando hasta que sucede lo inevitable: las frustraciones se desbordan y afloran en otras conductas paralelas como el consumo asiduo de pornografía, acudir a la prostitución o tener aventuras fuera de la relación (cuando estas no están previamente consentidas en la pareja). Sí, la sexualidad masculina ha sido objeto de malformación y represión gracias al mismo machismo que muchos defienden. Muchas personas que se declaran machos en realidad en el fondo tienen profundas carencias afectivas y terminan somatizando esas falencias en problemas como la disfunción eréctil o incluso en conflictos de identidad sexual que ocultan tanto como pueden... De ahí que la pornografía en el sentido más llano y tradicional no es precisamente una ayuda y resulta "aliviante" de vez en cuando, sino un arma de doble filo que refuerza inseguridades e ideas erróneas sobre la propiocepción sexual tanto del propio hombre y las relaciones con las mujeres... La idea de un hombre excitado es socialmente reprochable y condenada como si se tratara de un monstruo y eso nos ha llevado a adoptar conductas que disfrazan u ocultan la naturaleza sexual de nuestro ser.



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