lunes, 10 de junio de 2013

Intermitencia


Esperaba ansioso la noche, una noche donde los cielos entregarían su espectáculo a los ojos desnudos de su ser... Mientras oscurecía el cielo, entre las nubes se iba rasgando un velo blanco y volátil, como de sueños, como de mentiras, desgarrándose lenta y apasionadamente con la fluidez tenue de una canción que en la inmensidad sideral del espacio, el sordo vacío, que besa las plantas de la galaxia y se pasea en carruaje de luz sobre y a través de los cuerpos...

Estaba ebrio y loco, sin duda alguna, porque de su alma brotaban ríos de soledad mezclados con coñac, soledad tibia y tiritante, los ojos enormes le hacían parecer un muñeco de trapo con los enormes ojos de botón... Y su humanidad se redujo, se encogió en hombros y se fue perdiendo lentamente en su misma ensordecedora pasión...

No le acompañaba nadie entonces, solo la noche y las estrellas que golpeaban el tejado de latón, y se derramaban por las callejuelas oscuras de una ciudad muerta, de gris espectral y lámparas anaranjadas que titilaban por la noche arrebatando al cielo el protagonismo maravilloso de las estrellas... Estuvo sumergido allí hasta que pintó el amanecer... confuso.

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